Edición 1118 Primera Semana de Junio 2025
Nuestras palabras nos ayudan a hacer muchas cosas buenas: Podemos usarlas para hablar con nuestro Padre celestial. Podemos proclamar la verdad de las Sagradas Escrituras y cantar alabanzas a Jesucristo. Podemos amar, alentar, aconsejar y enseñar a quienes nos rodean. La lista es muy amplia.
Sin embargo,nuestra lengua puede hacer un gran daño. Cuando se produce un problema de este tipo, a menudo ha sido provocado por algo pequeño, tal vez una crítica hecha con enojo o un ataque causado por envidia. Las palabras duras pueden sentirse bien, incluso justificadas a veces. Pero nunca consiguen lo que Dios desea porque, al final, no dan vida.
Cristo nos enseña que “el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno… porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Por tanto, aunque de vez en cuando pueden surgir en nosotros palabras y sentimientos que pueden causar daño, es importante hacer una pausa y analizar lo que realmente está causando esas palabras duras oremos para que Dios cambie nuestra manera de ser y obremos con bien hacia los demás.