Edición 1085
Cuando usted ora, ¿está seguro de que Dios le oye y responderá? ¿O duda de que sus palabras sean escuchadas? Consideremos algunos obstáculos para una vida de oración saludable. Primero, poca concentración puede inhibir nuestra comunicación con Dios. La mente tiende a divagar, pero un antídoto para esto es darnos cuenta de con quién estamos hablando. Cuanto más comprendamos el poder, el amor, la omnisciencia y la santidad de Dios, más fácil nos resultará mantenernos enfocados. Segundo, podemos sentirnos indignos de hablar con Dios. El sentimiento de culpa por el pecado puede alejarnos de Él, debemos estar seguros de que la muerte y la resurrección de Jesucristo nos trajeron perdón y aceptación, para que podamos acercarnos libremente al Padre celestial. Tercero, el temor puede interponerse en nuestro camino. Hay quienes se preocupan pensando: ¿Y si no oro correctamente? Pero Dios desea nuestro corazón, no las palabras perfectas. Por eso nos dio el Espíritu Santo para interceder a nuestro favor. ¿Se da usted cuenta de que el recurso más poderoso y el privilegio más grande está a su alcance?.