EDICIÓN 1084
Nuestra cultura trata desesperadamente de posponer la muerte. Sin embargo, las vitaminas, el ejercicio y las dietas saludables acabarán siendo inútiles porque, como dice Santiago 4.14, nuestra vida es “neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. Todos moriremos, pero los creyentes no tienen por qué temer. De hecho, el apóstol Pablo nos asegura que, lejos de ser un cambio terrible, la muerte física, en realidad, lleva a los creyentes a casa para estar con el Señor para siempre. En última instancia, ninguno de nosotros tiene control sobre la duración de nuestra vida, porque todos los días ordenados para nosotros ya han sido escritos en el libro de Dios. Por tanto, lo importante es cómo usamos los días que Él nos ha asignado. Al compartir el amor del Señor de cerca y de lejos, debemos recordar que nuestra ciudadanía está en el cielo; estamos de paso en esta vida terrenal como viajeros. Si nos volvemos demasiado cómodos aquí o buscamos encontrar nuestra seguridad y valor en el éxito mundano, no será posible mantener una perspectiva eterna. La manera de cambiar su enfoque es conocer y amar a Aquel que mora allí.